sábado, 29 de agosto de 2009

Somos la tierra

La concentración de la tierra en nuestro país, y en toda América Latina, puede bien considerarse como uno de los motivos fundantes de la escandalosa desigualdad que sufren nuestros pueblos desde el inicio mismo de su historia.
La tierra como espacio que nos da el ser, que es madre, proveedora, refugio, territorio nuestro, energía creadora, la tierra como bien colectivo es nuestro origen y nuestro fin. Sin la tierra no somos, con la tierra nacemos propios, crecemos fuertes, formamos comunidad, dejamos descendencia, creamos vida, somos pueblo, cultura, trascendemos.
Desde los primeros días de nuestra historia, el poder de turno, siempre se encargó de trocar la tierra en mercancía, la mayoría de los funcionarios que desfilaron por los gobiernos que fueron y son, no dudaron, ni dudan en prostituirse para ganancia del capital. Nuestra tierra fue violada, arrasada, dividida y repartida entre los entregadores y asesinos que la dejaron desierta.
Unas pocas familias, que no conocen el esfuerzo, concentraron desde el inicio la propiedad de la tierra, transformándonos en inquilinos de nuestro propio país, esas familias se mezclaron o se reinventaron como empresas, pero siempre pueden rastrearse los mismos apellidos cuando se busca quienes fueron los grandes beneficiarios de la pobreza de nuestro pueblo, los mismos apellidos que conforman el grupo de impulsores de golpes de estado, políticas neoliberales y entrega de nuestros recursos naturales, promueven escándalos como la minería envenenadora, la entrega de nuestro petróleo, la sojizacíon de nuestro país, con sus pesticidas que maximizan las ganancias de unos pocos, dejándonos a la mayoría las malformaciones y la enfermedad.
En uno de los países con menos densidad de población, millones de hermanos solo pueden soñar con su terreno propio, mientras unos pocos se reparten cientos de miles de hectáreas que la mayoría de las veces ni siquiera conocen. Hermanos de pueblos originarios y familias de campesinos son desalojados de las tierras que siempre ocuparon, y que ocuparon sus padres y sus abuelos, son desalojados cuando llega de la ciudad el patrón, para reclamar lo que dice la ley que es su propiedad, ley que es justa para los que sostienen este sistema para pocos, y cuando no lo dice ni su propia ley se arregla a los tiros, y siempre los muertos los pone el pueblo.
En los últimos tiempos vemos escandalizados como esta obscena concentración de la tierra deriva en inmoral extranjerización, la riqueza natural de nuestra tierra, unida a los precios ridículos que la misma tiene para los extranjeros, la convierte en una presa más que apetecible para los colmillos insaciables del poder económico mundial, y nuestros gobernantes, siempre dispuestos a tomarse un whisky con el millonario extranjero, entregan el patrimonio de nuestros hijos mientras sellan con miseria nuestro destino.
Más del 10% de nuestro territorio, unas 30 millones de hectáreas, ya están en manos de extranjeros, extensiones de cientos de miles de hectáreas en las mejores zonas productivas, pero también en zonas limítrofes de seguridad, fueron entregadas impunemente a cambio de dólares y conciencias. Apellidos como Benetton, Soros, Lewis, Turner, Tomkins están cada vez más presentes en nuestras vidas, y tienen cada vez mayor poder en nuestras comunidades. Con distintos métodos estos nuevos patrones van logrando su objetivo, algunos limpian sus propiedades de indeseables a los tiros, otros compran Intendentes, legisladores y gobernadores para armarse su propia fuerza de choque sin ensuciarse las manos. Por uno u otro método va surgiendo un estado dentro de otro estado, somos nosotros los que vamos transformándonos en extranjeros en nuestra propia tierra. Estas zonas liberadas de ser Argentina, van creciendo como virus y engullen en su voracidad ríos y lagos, de esta forma el derecho constitucional de libre acceso a las costas va siendo un bien en peligro extinción.
Por esto luchamos, para que nuestros hijos puedan tener un territorio, para que la Argentina siga siendo para los Argentinos.
Por esto nos juntamos y marchamos a las costas de lagos secuestrados dentro estancias en donde se habla otro idioma, izamos nuestra bandera y cantamos nuestro himno, para decir “acá estamos”, esto es nuestro, de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos.
Ninguno de estos señores va a devolver lo que robó por iniciativa propia, por eso necesitamos ser cada vez más, el fallo del Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Río Negro ordenando la apertura del acceso a la costa del Lago Escondido (que ahora se llama Hidden Lake) es un ejemplo, de que peleando por nuestros derechos, podemos preservar para todos los argentinos el uso del espacio público. Debemos hacer cumplir el fallo, debemos volver a reclamar lo que es nuestro, y a mostrarle a los violentos que vendieron su conciencia que “a cada cerdo le llega su San Martín”.
No podemos esperar, no podemos mirar para otro lado, tal vez algún día sabremos elegir representantes honestos que recuperen la tierra para el pueblo, mientras tanto, cada día que pasa, miles de metros cuadrados de territorio, y de costas de ríos y lagos, dejan de ser nuestros, no podemos permitirlo, la tierra es nuestra, somos la tierra.

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