lunes, 15 de febrero de 2010

Mujer, Madre, Tierra


Es interminable pero entretenida la disputa entre los que quieren sacar a Roca y los que no, los que quieren limpiar las calles de perros y los que no, los que quieren las lomas de burro y los que no o los que quieren costas libres y distribución de la tierra, y los que no, en el fondo todas estas discusiones son parte de lo mismo, que visión tenemos de la vida, en donde nos paramos frente al igual que tenemos en frente.
Cada uno tiene sus posiciones tomadas, algunos están más documentados, otros responden en forma más intestina, pero no por eso menos válida, yo personalmente tengo mis posiciones, las he volcado en este medio en el pasado.
No hay que subestimar el valor de la discusión.
¿Es viable pensar que la conciencia colectiva de la sociedad se va formando, en la actualidad, por el cruce de todas estas polémicas?. Sería muy bueno que así sea.
En el pasado, esta conciencia estaba determinada o dirigida solamente por pocas personas que manejaban todas la herramientas de la comunicación, hoy a pesar de los monopolios, a pesar de la concentración que sigue siendo obscena, tanto de medios como de tierras, de empresas, y de bienes, hay herramientas como internet, que si tenemos la mínima iniciativa, nos permiten escarbar la verdad, escuchar la otra campana, tener conocimiento de otros puntos de vista, todo para después poder procesarlo, de acuerdo a nuestra capacidad y principios, y llegar a formarnos como seres pensantes, con ideas. El promedio de todas esas ideas es nuestra cultura, de la que tenemos que hacernos cargo.
Casi todas las ideas se instalan con un motivo, a veces lo sabemos, otras creemos saberlo, pero casi siempre termina asombrándonos el origen cuando decidimos averiguar.
Que Roca, junto a esa “generación del 80”, fueron los artífices de la grandeza de la patria que luego, hacia fines de los 30, vino a quedar trunca por la aparición del populismo, es un lugar más que común, esa patria que muchos siguen repitiendo como “granero del mundo”, “potencia mundial”, era sin duda un país ideal, el tema es que lo era para unos pocos, seguramente no era tan ideal para los habitantes originarios que se vieron saqueados de sus territorios y asesinados cobardemente o para los fusilados en las Patagonia rebelde o tampoco era un país ideal para el 45% de jóvenes con déficit de crecimiento por desnutrición (léase hambre) que acusaban los informes de ingreso al servicio militar a finales del los 30, en un país que se jactaba de alimentar a Europa.
Que sin un Roca la Patagonia sería parte de Chile o sería parte de Inglaterra o de otra Nación es muy probable, la cuestión es si esa condición alcanza para borrar los crímenes cometidos o si estamos dispuestos, como argentinos, a defender una situación moralmente condenable a costa de nuestra conciencia.
Esa generación del 80 construyó ciertamente muchas obras importantes, pero también construyó la historia, así como se sentó a diagramar un país en donde unos pocos recrearan los lujos de la vieja Europa a costa del trabajo de la mayoría, también se sentó a diagramar cómo íbamos a contar nuestro pasado, quienes serían próceres y quienes malditos, por qué característica se recordaría a tal personas borrando de su currículum otras cualidades que molestaban. Dentro de esta reescritura funcional de la historia se inscribe el discurso de que los Mapuche son indios Chilenos, o que tal pueblo originarios es Argentino y tal no.
Yo soy optimista, creo firmemente que algún día lograremos tomar conciencia que América no existe, es una mentira, creo que la verdad saldrá a la superficie victoriosa, con millones de muertos a cuesta pero victoriosa.
Awya Yala tenía más de 500 millones de habitantes distribuidos en cientos de pueblos con sus culturas, lenguas y creencias el día que llegaron los españoles, ¡más de 500 millones!, 500 años después se censaban 50 millones de originarios, sin calcular el crecimiento natural de la población que debería haber sido, podemos decir que fue un genocidio de 450 millones de personas, con mucha menos prensa que otros genocidios varias veces más chicos, pero el tema no termina en el no reconocimiento de esta historia, los 50 millones que quedaron siguen siendo asesinados hoy en día, cuando se los mata a tiros (que sigue pasando), pero también cuando se los deja afuera de los derechos que todos tenemos, cuando se sigue ignorando su existencia, su cultura, sus creencias, cuando se les sigue saqueando el territorio, cuando se los sigue mirando despectivamente como entes extraños a nuestra cultura, cuando son ellos el inicio de la cultura de esta tierra y nosotros los que debemos dejar de ser extraños.
La historia va reescribiéndose y ya son innumerables las pruebas y testimonios que demuestran que los Mapuche iban y venían a ambos lados de la cordillera, el argumento de que son los indios malos que mataron a los buenos que estaban de este lado y por eso la Conquista del Desierto vino a ser una especie de reparación histórica, de ajusticiamiento de nosotros, los argentinos, sobre ellos, malos, chilenos y matadores de nuestros pobres indios, es, además de infantilmente conveniente para lavar nuestra conciencia, una falacia que ya se cae por el propio peso de su ridiculez.
Yo no voté a Roca, por lo que me cuesta hacerme responsable de sus actos, pero lo soy en tanto y en cuanto sus actos continúan vigentes hoy en día en el armado del modelo de sociedad que tenemos y que queremos. Nosotros, los argentinos actuales, somos cómplices de ese genocidio en la medida en que sostenemos una sociedad que lo sigue cometiendo.
Al principio decía que todas las discusiones que nos permitimos dar van creando lo que somos, tanto si defiendo la estatua de Roca como si protesto contra la loma de burro anteponiendo el valor de mi tren delantero por sobre el de la vida de los que mueren todos los años en la ruta, o si me molesta ver gente manifestándose en contra de una millonario que se quedo con un lago pero no me indigna cuando a una comunidad mapuche o a un poblador pobre le sacan el terreno en el que vivió su abuelo, estoy tomando partido, estoy definiendo, en mi parte, que país tenemos.
En todos los momentos de la historia cada una de las personas tuvo que tomar partido, sería interesante que cada uno haga el ejercicio de encarnarse en un ciudadano de otra época histórica, ¿cómo nos vemos a nosotros mismos durante la Conquista del Desierto?, somos un capitán de la fuerza de Roca que entra a sangre y fuego a usurpar territorios ajenos, somos un indio que lucha por la tierra de sus ancestros y muere, somos el oligarca que hace su misa diaria en Bs.As., que cristianamente le espanta la violencia pero que se restrega las manos pensando en los millones de hectáreas que heredará, somos el ciudadano ignorante que no sabe nada de lo que está pasando y no le importa o somos el pobre trabajador de la ciudad que siente las injusticias en carne propia porque de eso sabe, pero solo tiene tiempo de trabajar para alimentar a su familia, o por último, somos la india, madre, como la tierra es madre, que corre al bosque tratando de defender a sus hijos de los soldados que se vienen, arrasándolo todo, que sabe que terminará con suerte, de esclava de alguna familia “decente”, pero que corre, con sus hijos a cuesta, porque ellos son los que más le importa. Esa es la estatua que algunos pedimos que simbolice nuestra ciudad. Mujer, madre, tierra.

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