sábado, 9 de enero de 2010

La cuenta regresiva de la muerte




A pesar de que es difícil encontrar mucha información en los medios masivos, por estos días, la vecina ciudad de Villa La Angostura está viviendo una crisis, que a pesar de ser un acto más de una tragedia muy antigua, nunca había llegado tal grado de violencia.
La comunidad de Paichil Antriao, cuyas tierras fueron reconocidas oficialmente en 1902 y 1903, cuando el gobierno nacional les entregó 625 hectáreas a José María Paichil e Ignacio Antriao, está transformándose en un experimento de millonarios extranjeros y nacionales, y funcionarios corruptos, este experimento tiene como objetivo claro, mediante una escalada de violencia creada conscientemente por las autoridades policiales, lograr la reacción irracional de integrantes jóvenes del pueblo Mapuche, juventud, que como en otras ocasiones de nuestra historia, ve en esta lucha desigual, alguna oportunidad de hacer frente al aparato represivo del estado, que en este caso está al servicio de los que se quieren quedar ilegalmente con un territorio, y no logran darse cuenta que esta forma de resistencia, tan digna y necesaria muchas veces, en algunas ocasiones, es el motivo perfecto que esperan los que tienen el monopolio del uso legal de la violencia, para justificar la llegada de la muerte, que acecha agazapada, relamiéndose, el momento justo de cobrarse alguna vida, si es joven mejor, y tiene la certeza ruin de que tras la primer vida, vendrán muchas más.
Osvaldo Bayer se ha ocupado del tema recientemente:
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-137926-2010-01-02.html
Y Juan Gelman en su nota del 7 de Enero “Fallas o Estrategias”
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-138158-2010-01-07.html
nos hace reflexionar sobre muchos episodios, que como ciudadanos creemos conocer y de los que tiempo después, si tenemos la suerte o nos esmeramos en averiguar la verdad, sabemos que no eran como nos los contaron, que solo fueron una estrategia para lograr otro objetivo, siempre inconfesable. El atentado a las torre gemelas, cuya explicación es cada vez es menos creíble, el reciente atentado por parte del nigeriano, Umar Faruk Abdulmutallab, no son más que tristes representaciones teatrales que justifican invasiones, asesinatos, usurpaciones de territorios y recursos naturales, etc.
El caso de Paichil Antriao parece ir en la misma dirección, solapadamente, en las sombras, sin anuncios, sin fiscales o jueces que cuiden el respeto a la legalidad, va la policía de Neuquén, tristemente célebre por el asesinato de Fuentealba, tomando posiciones en este tablero en que el Jaque Mate esta previamente destinado a los jóvenes Mapuche, ellos inconscientemente acceden a la partida. Debe ser muy difícil no violentarse cuando nos tiran abajo las casas, nos matan a los perros, nos insultan, nos pegan, nos invaden, nos disparan en la noche, nos roban, nos encarcelan, nos plantan pruebas, nos acusan, debe ser tan difícil que pocos deben ser capaces de soportarlo, y el tema en este caso no es soportarlo, porque la dignidad de los pueblos originarios y la indignidad de los que quieren quedarse con lo que nos les corresponde obliga a resistir, la cuestión es cuál es la estrategia para hacerlo, o dicho de otra manera cual es la forma de no jugar el juego que quiere el enemigo.
Hay muchas otras piezas que forman parte de esta estrategia, un relevamiento territorial largamente reclamado por los pueblos originarios que nunca llega, muchos millonarios nacionales y extranjeros que, aunque flojos de papeles, van con la ayuda de sus amigos funcionarios, inmobiliarias y escribanías corruptas, tomando posiciones y quedándose cada vez con más territorio, el silencio sospechoso de la justicia, y del gobierno nacional, que aunque jaqueado y con los días contados por la ofensiva vergonzosamente destituyente de la derecha, es el culpable directo de todo lo que le pasa por no haber profundizado la redistribución y no haber tocado casi ninguno de los obscenos privilegios de los pocos que en este país viven históricamente del esfuerzo ajeno.
El gobernador de Neuquén, el Intendente de Villa La Angostura y el Comisario, son los responsables directos de lo que pase, las muy probables muertes que están llegando deberán ser respondidas por ellos, todavía estamos a tiempo de evitarlo, una sola vida vale más que mil hectáreas, la policía debe terminar ya con el hostigamiento a la comunidad y retirarse inmediatamente de sus territorios, la justicia debe investigar la legalidad de las grandes ventas de tierras, la mayoría de las veces a millonarios norteamericanos, y actuar con todo el rigor de la ley contra los inversores, inmobiliarias, escribanías, y funcionarios que hayan incurrido en algún delito, las organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos deben crear un blindaje sobre los agredidos, los jóvenes mapuche deben ser más inteligentes para no jugar el juego del enemigo, toda la sociedad de la Villa debe exigir a sus representantes, no debe permitir que su pueblo quede asociado a la muerte, si no lo hace por convicción moral, debe hacerlo aunque más no sea por conveniencia económica, hay ejemplos recientes, el asesinato de Fuentealba fue el entierro político de Sobich y su proyecto presidencial.
En un texto de algunos meses atrás reflexionaba sobre qué oculta intencionalidad había en la serie de notas que aparecían en La Nación alertando sobre la amenaza que significaba la radicalización del pueblo Mapuche, no mencionaba por supuesto el diario de Mitre los millones de hectáreas que van quedando en pocas manos, los lagos secuestrados en propiedades privadas, la vergüenza de tener compatriotas obligados a tomar terrenos en un país prácticamente despoblado, tampoco mencionaba La Nación que el monocultivo de la soja genera una concentración de la tierra que espanta, ni que la minería, promovida desde el gobierno nacional y el de las provincia, envenena nuestros ríos, consume nuestra agua dulce y nos deja sin la riqueza mineral que es de todos, tampoco aclaraba el diario de las sociedades rurales que los hermanos de los pueblos originarios tienen el derecho a que se pongan en práctica sus derechos, o que debe dejar de haber en la Argentina, ciudadanos de primera, que tienen mucho más de lo que pueden contar, y ciudadanos de segunda, que completan con sus apellidos las planillas de mortalidad infantil, desocupación, indigencia, etc.
El experimento de Paichil Antriao está en pleno desarrollo, algunos se frotan las manos pensando en el valor de esas tierras. Esta lucha, como tantas luchas de los pueblos originarios por recuperar sus territorios, la concentración que hace que el 90% de nuestro país esté en manos del 5% de la población, la extranjerización que entrega millones de hectáreas a millonarios que están íntimamente relacionados con las crisis económicas que hemos sufrido, la minería envenenadora, la crisis habitacional, son todas asignaturas pendientes de nuestra sociedad, que deberá plantearse seriamente en empezar a trabajar para exigir una ley que proteja nuestra tierra, nos dé el derecho de acceder a lo que es de todos, e impida que por el peso de sus dólares cualquiera pueda venir de afuera o de adentro a violarla y usurparla.
El reloj ya está girando, queda poco tiempo para desactivar este juego macabro en donde el pueblo es un triste títere de oscuros personajes, el esfuerzo que pongamos para evitar el peor desenlace es lo que define el tamaño de nuestra dignidad.

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